viERnEs pOr La tARdE
Mientras todos van saliendo de sus trabajos, con el respiro necesitado por toda una semana de labor (algunos preparándose para el partido de mañana, otros pensando en pasar con sus pequeños hijos el día en La Marquesa, algunos de plano piensan en gastar el sueldo en la cantina; en fin, la construcción de la monotonía) yo me preparo para comenzar mi vida.
Durante cuatro años he dormido por el día, más de 12 horas diarias pero no soy vampiro ni ningún lobo aullante, es solo que la vida nocturna se hizo para mí. Así que por allí de las 9 me veo entrando a una de esas cantinas baratas, donde siempre hay un madreado, aveces ma ha tocado a mí, pero no puedo dejar de ir por que no me gustan las cantinas donde nunca pasa nada. Se supone que si se va a beber es para emborracharse, decir pendejadas, ofender al de la mesa de enfrente o agarrarle las nalgas a las gordas del local, aunque no traigas dinero para pagar alguna.
Las primeras veces que asistí, una de ellas se me aceró tanto que yo la aventé y cayó de nalgas y levantó las piernas; logré verle el calzón, antes blanco, manchado de líquidos vaginales. ¡Pinche puta! Parecía que se la habían cogido con todo y calzones...Y es que yo parezco inofensivo, pero no, no me gusta que me toquen o que me hablen y menos que me abracen. No me gusta que me conozca la gente, por eso asisto a la misma cantina de siempre; con que me vean éstos ya es suficiente. Siempre he creido que el amor es una mierda igual que la política o los dogmas. Eso es lo que siempre digo cuando estoy borracho y siempre alguno se encabrona. Ese día de la puta fué mi primer madriza y terminé con el hocico roto y en la cruz roja. Y es que aunque nací tarde, creo ser el único sobreviviente de principios del siglo XIX, solo en la apariencia afrancesada, por que por dentro llevo la ciudad moderna, y peor, la vida de un barrio construido a pedazos en las colonias del siglo XX. Y con esta forma de vestir cualquiera pensaría que soy un caballero, pero no, en la mierda se me fué la sangre.
Hoy voy a regresar a la misma cantina por que tengo una cita, si, una cita. Y es que el corredor que vende mis dibujos dice que ya no sirven, que siempre hago lo mismo igual que hablo lo mismo. Yo le prometí que le llevaría algo nuevo y mejor pero con la condición que pagara durante un mes mi borrachera. Accedió y para allá voy. Ni siquiera se a quién se los vende o que haga con ellos, hace mucho que me dejó de importar y lo que quiero es solo mantenerme vivo para seguir dibujando y después beber...beber mucho.
Salgo de la vecindad y escucho lo estrambótico del lugar, lo mismo que en cualquier parte de la ciudad. Un auto viene a mucha velocidad y se estrella en un poste, a 5 metros de distancia de donde me encuentro pero se ha llevado a un hombre de por medio quedando prensado entre el auto y el poste. En derrepente hay mucha gente y nadie ayuda solo algunos gritos de las señoras gordas. Continúo mi camino mientras enciendo un cigarro y estoy cruzando la calle. Antes de que pueda reaccionar veo al otro auto que viene persiguiendo al primero y escucho el frenar y termino allí tirado con las piernas hechas pedazos pensando que hoy no podré emborracharme.
Tal vez otro día.
Durante cuatro años he dormido por el día, más de 12 horas diarias pero no soy vampiro ni ningún lobo aullante, es solo que la vida nocturna se hizo para mí. Así que por allí de las 9 me veo entrando a una de esas cantinas baratas, donde siempre hay un madreado, aveces ma ha tocado a mí, pero no puedo dejar de ir por que no me gustan las cantinas donde nunca pasa nada. Se supone que si se va a beber es para emborracharse, decir pendejadas, ofender al de la mesa de enfrente o agarrarle las nalgas a las gordas del local, aunque no traigas dinero para pagar alguna.
Las primeras veces que asistí, una de ellas se me aceró tanto que yo la aventé y cayó de nalgas y levantó las piernas; logré verle el calzón, antes blanco, manchado de líquidos vaginales. ¡Pinche puta! Parecía que se la habían cogido con todo y calzones...Y es que yo parezco inofensivo, pero no, no me gusta que me toquen o que me hablen y menos que me abracen. No me gusta que me conozca la gente, por eso asisto a la misma cantina de siempre; con que me vean éstos ya es suficiente. Siempre he creido que el amor es una mierda igual que la política o los dogmas. Eso es lo que siempre digo cuando estoy borracho y siempre alguno se encabrona. Ese día de la puta fué mi primer madriza y terminé con el hocico roto y en la cruz roja. Y es que aunque nací tarde, creo ser el único sobreviviente de principios del siglo XIX, solo en la apariencia afrancesada, por que por dentro llevo la ciudad moderna, y peor, la vida de un barrio construido a pedazos en las colonias del siglo XX. Y con esta forma de vestir cualquiera pensaría que soy un caballero, pero no, en la mierda se me fué la sangre.
Hoy voy a regresar a la misma cantina por que tengo una cita, si, una cita. Y es que el corredor que vende mis dibujos dice que ya no sirven, que siempre hago lo mismo igual que hablo lo mismo. Yo le prometí que le llevaría algo nuevo y mejor pero con la condición que pagara durante un mes mi borrachera. Accedió y para allá voy. Ni siquiera se a quién se los vende o que haga con ellos, hace mucho que me dejó de importar y lo que quiero es solo mantenerme vivo para seguir dibujando y después beber...beber mucho.
Salgo de la vecindad y escucho lo estrambótico del lugar, lo mismo que en cualquier parte de la ciudad. Un auto viene a mucha velocidad y se estrella en un poste, a 5 metros de distancia de donde me encuentro pero se ha llevado a un hombre de por medio quedando prensado entre el auto y el poste. En derrepente hay mucha gente y nadie ayuda solo algunos gritos de las señoras gordas. Continúo mi camino mientras enciendo un cigarro y estoy cruzando la calle. Antes de que pueda reaccionar veo al otro auto que viene persiguiendo al primero y escucho el frenar y termino allí tirado con las piernas hechas pedazos pensando que hoy no podré emborracharme.
Tal vez otro día.
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